Juego inocente.

En su blog, mi amiga Galle preguntaba el otro día  que juegos de la infancia recordábamos, yo le escribí a cuales jugaba pero que el preferido era " jugar a la vendedora",  inmediatamente me acorde de una de las macanas que nos mandamos inocentemente y que significó un castigo terrible para nosotras: no jugar juntas por una semana.
Resulta que decidimos, Marisa, Stella y yo " jugar a la farmacia" entonces, para tener la mejor farmacia, la tarea era juntar muchos frasquitos vacíos y se nos ocurrió sacar las cajitas de todos los remedios que habían en nuestras casas para tener más mercadería. Por supuesto ninguna de las tres pedimos permiso y así armamos una linda estantería con una tabla y algunos ladrillos que había por ahí. El mostrador era una mesita de madera, la caja registradora una caja de zapatos con billetes hechos con papel de diario puestos en pilitas que sujetábamos con piedras.
Nunca nos dimos cuenta que - por el fervor de jugar - Marisa trajo adentro de una de las cajas de remedios...todo lo que su abuelo asmático necesitaba para no ahogarse.
Por supuesto la cosa se complicó bastante porque el pobre hombre se ahogaba, su esposa buscaba el aparatito, el abuelo se ponía peor y jamás nadie pensó que la nietita ( que no vivía con ellos ) se hubiese llevado todo. Estos viejitos no tenían teléfono, era domingo, así que un vecino que tenía auto lo acercó al hospital Gandulfo de Lomas donde el pobre hombre quedó internado toda una noche en la guardia.
La que encontró el set del señor asmático en la vidriera nuestra hermosa farmacia fue mi madre que por supuesto hizo el escándalo correspondiente.
Esa misma tarde las tres niñas culpables fuimos a pedirle perdón a don Miguel quien aparentemente no estaba enojado pero a partir de ahí yo sentí que ese hombre me siguió mirando torcido por el resto de su vida ...